Desde hace algunos años, hemos visto como el fenómeno de la migración principalmente proveniente de Centroamérica aumenta en nuestro país, dando oportunidad a los grupos criminales de aprovecharse de la necesidad y la emergencia, para volverlos mercancías con las cuáles lucran sin que ninguna autoridad se los impida. La situación ha empeorado por dos causas principalmente, las regulaciones migratorias impuestas por Estados Unidos, donde ahora los migrantes deben esperar en distintos puntos de la frontera tamaulipeca para obtener su cita por medio del CBP One – que puede tardar hasta seis meses-, lo cual los vuelve presas fáciles para los grupos criminales de la zona, quienes aprovechan las circunstancias para secuestrar a los migrantes, o para extorsionarlos una vez que han conseguido obtener su cita, situación que juega en favor de los grupos delictivos, por la urgencia y la necesidad que el propio proceso de espera de gestión de citas produce.

La otra causa, es la red de contubernios que se ha podido apreciar en distintos puntos de las zonas fronterizas en el estado, donde autoridades, transportes en todas sus modalidades, taxistas, y puntos de tránsito como aeropuertos y carreteras se encuentran controladas y gestionadas -sea por cooptación o por contubernio-, por la delincuencia, haciendo de la migración una industria lucrativa en dónde la violencia, la crueldad, el abuso en todas sus dimensiones, la lógica de mercado y el fenómeno criminal se fusionan a partir de hacer de las personas migrantes, cosas que se pueden usar a discreción, proveyendo de ganancias importantes, que favorecen las economías criminales. En este sentido, en la zona fronteriza de Tamaulipas, el secuestro de migrantes ha aumentado considerablemente desde hace al menos dos años. Pero el daño no sólo se concibe en el registro económico. El secuestro de migrantes por grupos de la delincuencia, ha provocado en varios casos, que centros de ayuda, refugios y espacios colaborativos para la protección de los migrantes, tengan que cerrar sus puertas debido a los riesgos que pueden producirse a otros migrantes o a sus colaboradores, de ahí que, en ciudades como Reynosa, Nuevo Laredo o Matamoros -segunda ciudad con más cruces en el país con cerca de 400 con aplicación CBP One- se vivan cotidianamente estas experiencias. Sólo para tener una idea del problema, la organización Médicos sin fronteras, reportó que entre el último trimestre del 2023 y el primer mes de 2024, atendieron a 395 viajeros víctimas de violencia entre Reynosa y Matamoros, reportando a su vez un amento del 70% de ataques sexuales.

La otra cara del secuestro es que viene cargado de violencias de toda índole, sexual, física, psicológica, de sometimiento y esclavitud, donde los migrantes son usados para todo tipo de trabajos desde la prostitución hasta trabajos forzados, en caso de no cumplir con pagos de cuotas por espera en los puntos de espera, siendo los niños, jóvenes y mujeres los más afectados. Así todos los días, esta práctica se ha generalizado y lamentablemente se ha vuelto una actividad ilegal conocida, ignorada y al mismo tiempo permitida tanto por nuestras autoridades, como por las autoridades americanas. Si bien es cierto, que este fenómeno crece en otros estados del país como Chiapas, o Chihuahua, el aumento de la migración continuará debido a las condiciones de vida que sus países de origen les ofrecen, las cuáles son mínimas o más peligrosas que dejar su tierra y arriesgarse a cruzar por nuestro territorio. Sólo para tener un registro, las autoridades migratorias mexicanas, reportaron que en el 2023 se contabilizaron al menos 180 mil migrantes en situación irregular, es decir, un 70% más que en el 2022.

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