En un maizal verde de tallos altos, investigadores de la Universidad Autónoma Chapingo comparten avances de un proyecto para elevar la producción local de semilla híbrida de maíz amarillo que ayude a sustituir parte del grano transgénico de Estados Unidos, que está en el centro de una disputa comercial.
El proyecto de la Universidad de Chapingo es tener, tan pronto como en dos años, suficientes variedades de semilla para cultivar bajo las diferentes condiciones climáticas y de suelo de México que reemplace, por lo pronto, seis de las alrededor de 18 millones de toneladas de maíz que México importa cada año de Estados Unidos.
Se estima que esas seis millones de toneladas se destinan a la elaboración de alimentos industrializados.
Los hacedores del proyecto buscan que las semillas de las próximas generaciones de los tallos que hoy cubren el campo de la universidad sean una opción para fabricantes de alimentos como la multinacional estadounidense Kellogg o la mexicana Maseca, propiedad de Gruma.
Las compras de México de maíz, en su gran mayoría amarillo, se destinan para alimento de ganado, pero una parte va a la elaboración de alimentos industrializados y cosméticos.
«Lo que vamos a hacer es poner a disposición del productor la semilla que necesita para producir y el paquete tecnológico para lograr los rendimientos que se quieran», dijo Claudio Carballo, encargado operativo del Proyecto de Producción de Semillas de Maíz de la universidad.
El proyecto arrancó en mayo, dijo Carballo, pero ya está generando «líneas» de variedades híbridas para ser probadas en 2024 y liberadas para siembra en 2025.
México y Estados Unidos están en medio de una disputa por la política mexicana de reducir el uso de grano transgénico, que Washington considera no está basada en ciencia, mientras que el gobierno mexicano asegura cumple con el acuerdo comercial de Norteamérica, TMEC, y no afecta el comercio de maíz.
Tras modificar en febrero del 2023 un decreto de fines de 2020, México mantuvo la veda del uso de maíz transgénico al utilizado en la elaboración de harina con la que se fabrican las «tortillas», alimento básico en la dieta local, pero aceptó su uso para alimento de ganado y uso industrial.
¿Reducir dependencia?
Durante años, México ha hablado de la necesidad de reducir su dependencia de las importaciones de maíz de Estados Unidos, pero sin resultados tangibles.
El presidente Andrés Manuel López Obrador se comprometió a trabajar en ese sentido, pero ha tenido que reconocer que tal vez solo pueda sustituir entre 10 y 15 por ciento de las compras.
«Es importante ser autónomos en términos alimenticios. Es como el ingreso de las personas. Si no le alcanza, pues es dependiente de alguien. Así de simple», dijo Romel Olivares, coordinador del programa de maíz amarillo de Chapingo.
«Un país es igual. Si tiene que depender de terceros, en algún momento eso que parecía una ventaja se le va a acabar», añadió, y estimó que una dependencia «estructural» «invita» a recibir presiones de quien tiene el mercado. «¿Qué tal si se enoja y no me surte? ¿Para qué corro riesgos?», se preguntó.
El gobierno mexicano ha descartado nuevas modificaciones al decreto para calmar inquietudes de Estados Unidos y de industriales acerca de que al menos el maíz transgénico para consumo animal no tendría limitaciones en el futuro.
México compra anualmente unos 5 mil millones de dólares a Estados Unidos en maíz y podría sufrir sanciones comerciales en caso de perder el panel en el TMEC.
Así también, ha invitado a su socio comercial a trabajar conjuntamente en investigación científica sobre el impacto del maíz transgénico en la salud, pero este se ha negado, según López Obrador y otros funcionarios.
La secretaria de Economía de México, Raquel Buenrostro, dijo en una entrevista con Reuters a fines de agosto que Washington argumenta que los productores de maíz estadounidense ya tienen autorizaciones de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) para justificar su negativa de participar en investigaciones más profundas.
«¿Para que corremos riesgos?», dijo Olivares sobre el maíz transgénico, alzando los hombros mientras estaba parado frente a un camino con tallos de maíz que formaban un largo corredor. «La investigación debe seguir adelante», subrayó.
«A veces compramos la idea de que o transgénicos o hambre», dijo. «No estamos en ese escenario; nos queda mucho todavía qué hacer», agregó.